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La aterradora fugacidad de la vida

Hace un par de semanas me asusté mucho. Una noche, justo antes de acostarme, noté que tenía un poco de sangre en la camisa. Cuando miré de dónde provenía, descubrí un lunar que antes no estaba ahí, grande, irregular y sangrante.

Por supuesto que he buscado imágenes de melanomas en el pasado; soy ese tipo de persona. Cuando vi algo así en mi piel, admito que en este momento mi estómago se me apretó. No dormí bien esa noche.

Mi médica me dijo que después de los cuarenta, cosas extrañas aparecen en la piel y muchas no son malignas. “Quédate tranquilo, deja que te vea un especialista y él dirá si es cáncer o no”… me dijo. Si intentaba calmarme, no funcionó.

Tengo una imaginación muy viva, y durante esos días imaginé que en lugar de mis preocupaciones normales, como no tener dinero y no disfrutar mi trabajo, pronto podría tener otro nivel de preocupaciones - hospitales, náuseas de quimioterapia, miedo de la muerte…

Lo bueno era que mis preocupaciones normales de repente no tenían peso. Durante esos pocos días, tuve algunos momentos de miedo intenso, pero también algunos momentos sorprendentemente buenos en los que imaginaba que en unos días me dirían que no tenía cáncer y que todo sería genial, porque cualquier vida sin cáncer es simplemente genial. Lo esperaba como un niño espera la Navidad.

Y tuve suerte, me dijeron que era benigno, no tengo cáncer. ¡Tanto alivio! Estaba disfrutando pura alegría de la vida… aproximadamente dos días.

El tercer día, un compañero de trabajo me enfadó. Este compañero tiene un talento especial para cabrearme. Coge algo que dices, lo convierte en algo ridículamente estúpido, pretende que eres tú quien dice la estupidez y lo refuta - o eso cree - con expresión de triunfo en su cara. Y lo hace con tal aire de desprecio… te garantizo que el mismísimo Dalai Lama sentiría el impulso de darle un puñetazo.

Pero esta vez, tras unos minutos de rabia, recordé que no tengo cáncer. Hay personas que sí tienen cáncer y seguramente darían cualquier cosa por tener una pequeña discusión con un imbécil en vez de los horrores que viven. Para ellos, discutir con el sería como un trago de Absenta, que te hace estremecer de asco al principio, pero despues de un rato te sientes fuerte y más vivo.

La verdad es que algún día moriré. Puede ser en años o me puede atropellar un coche mañana. Cada día tengo un día menos de tiempo. Usualmente vivo sumerchido en mis pequeñas preocupaciones (uh, olvidé de comprar bolsas de basura otra vez) y no pienso en lo valioso y maravilloso que es cada día. Pero ahora no puedo dejar de pensar en esto. Y me temo que no estoy aprovechando esos preciosos días tan bien como debería.

Hace años, vi un anuncio que se me quedó grabado en la cabeza - un hombre está descansando en un banco y de repente nota que la Muerte con una guadaña está sentada a su lado, mirándolo. Y todo se detiene y hay ese momento en que toda su vida pasa ante sus ojos. Y puedes ver que fue una vida interesante - viajes a lugares exóticos, puestas de sol con mujeres hermosas, cosas así. Y el anuncio dice: “cuando tu vida pase ante tus ojos, asegúrate de que hay mucho que ver”.

Probablemente no sea la mejor idea obtener sabiduría vital de un anuncio de televisión. Pero hay algo de verdad en esto. Aunque mi vida no está mal y no debería quejarme… lo haré - ¡demonios, he caído en la monotonía absoluta en los últimos años! Cepillarse los dientes, ir al trabajo, salir del trabajo, hacer la cena, comerla mientras se miran “divertidos” vídeos en YouTube, cepillarse los dientes y dormir. Una ocasional escapada de vacaciones.

Cuando estaba en la universidad, pasé un verano trabajando en los Estados Unidos. Eso fue intenso. Y no fue fácil. Pero viví tanto allí y tengo tantos recuerdos de ese verano. E incluso más de veinte años después, esos recuerdos todavía son vividos.

No mucho de los últimos años ha quedado en mi memoria. Y ahora, de repente, me muero por volver a vivir algo parecido a aquella época en Estados Unidos. Para tener algo digno de ver cuando llegue el momento.